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¿Alcanzaremos el nivel de absurdidad de EEUU?

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Como no teníamos suficiente con la prima de riesgo –menuda 'prima'; me alegro de tener solo primos...–, las agencias de calificación –que tienen más influencia que el mismísimo Barack Obama–, los políticos españoles –esa raza– y Belén Esteban y toda la 'troupe' de basura catódica –sin comentarios–, ahora también hay jueces que dan que hablar.

He leído en Internet la noticia de que una jueza de Las Palmas considera "domicilio provisional" los campamentos callejeros de los indignados del 15-M, con todo lo que ello conlleva –orden judicial para desalojar a alguien de... la calle–. En fin, no está en mi ánimo criticar a los indignados, porque entre otros muchos motivos comulgo con muchas de sus reivindicaciones y aplaudo su fuerza de voluntad, aunque no comparto sus métodos. No. Es esa sentencia –a mi juicio, con cierto grado de absurdidad– la que me ha tocado la fibra y llevado a pensar si no vamos camino de llegar al nivel –absurdo– de Estados Unidos en lo que fallos judiciales se refiere.

Y es que la citada sentencia de la jueza de Las Palmas me ha recordado una anécdota que me ocurrió la primera vez que viajé a Estados Unidos. Me alquilé un Mazda 626 dotado de 'cruise control', y al leer las instrucciones de manejo del mismo me topé con la siguiente advertencia: "El cruise control no es un piloto automático". ¡Toma nísperos!, me dije entre carcajadas. Solo a un 'torpedo de la pradera' se le ocurriría pensar que el control de velocidad sustituye al conductor. Absurdo, pero tiene una explicación.

Poco tiempo después de este suceso, tuve noticia de unos galardones que se otorgan en Estados Unidos llamados 'Stella Awards', que premian cada año las sentencias judiciales más absurdas y los demandantes más avispados. El premio toma su nombre de Stella Liebeck, una mujer que en 1992 pasó por un McDonald's, compró un café –servido en un vaso de cartón con tapa de plástico–, subió a su coche, puso el vaso entre sus piernas y tuvo la mala suerte de que en un giro del vehículo se abrió la tapa y el contenido le quemó las piernas. La muy 'aguililla' de Stella, en vez de tirarse del pelo por ser tan estúpida, demandó a McDonald's, y el jurado terminó fallando a su favor por la suma de ¡¡¡2,9 millones de dólares!!! ¡Me quito el sombrero, sí señor!

Ahora viene lo bueno buenísimo. De todas las sentencias absurdas galardonadas por los 'Stella Awards', el número 1 indiscutible se lo llevó al parecer en su momento el señor Grazinski. Por lo visto este caballero/'aguililla' adquirió en el año 2000 una autocaravana Winnebago como la de la imagen.

¿Alcanzaremos el nivel de absurdidad de EEUU?

En su primer viaje con la misma, circulando por una autovía, activó el 'cruise control' y seleccionó una velocidad de crucero y... ¡tatatachán!: se fue a la parte de atrás a prepararse un café. Te podrás imaginar lo que ocurrió después: la autocaravana siguió su camino y en la primera curva, ¡zas!

Grazinski demandó a Winnebago por no advertirle en el manual de uso de que el 'cruise control' no es un piloto automático que sabe negociar curvas, frena cuando es necesario e incluso detiene el vehículo si así se requiere. Y por ser tan absurdamente estúpido fue resarcido, según cuentan en Internet, con 1.750.000 dólares, además de con una nueva autocaravana.

En fin, quiero creer que aún nos falta mucho para llegar al nivel de Estados Unidos –en lo bueno y en lo absurdo–, pero al ritmo que vamos todo es posible...

Foto: www.olx.ca


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