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Los botones, para la "Play"

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Carlos Flores

Los adelantamientos se han convertido desde hace algunos años en el Santo Grial de la Fórmula 1. Una corriente de opinión bastante generalizada es que su escasez va en detrimento del espectáculo, cuando lo cierto es que un repaso a la historia nos enseña que tampoco en los viejos buenos tiempos -con las lógicas excepciones, como aquellas épicas batallas de rebufos en Monza- los grandes premios eran un festival de monoplazas pasándose y repasándose.



Y no hay motivo para extrañarse. Al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar de un sistema de clasificación basado en la meritocracia? Si los coches se alinean en la parrilla de más rápido a más lento, no cabe esperar que el Hispania de Chandhok vaya a merendarse al Red Bull de Webber. En circunstancias normales, claro. Las gestas de matagigantes dependen de circunstancias fuera de lo normal, como cuando en 2007, en Canadá, Fernando Alonso vio como el Super Aguri de Takuma Sato le quitaba las pegatinas simplemente porque sus neumáticos estaban acabados y los del nipón, mucho más frescos.


Es por eso que, casi invariablemente, las carreras más movidas en cuanto a cambio de posiciones son aquellas en las que alguna variable –lluvia, sanciones, averías…-  redunda en un orden de salida que no responde al escalafón de potencial. Me viene a la memoria el Gran Premio de Japón de 2005, en el que la lluvia en la sesión de clasificación condenó a Kimi Räikkönen y Fernando Alonso a las profundidades de la parrilla. Sus remontadas fueron a cual más épica, y nos dejaron adelantamientos para enmarcar como los del asturiano a Schumacher -¡por el exterior de 130R!- o el del finlandés con Fisichella como víctima.


Como dice el refrán, no todo el monte es orégano. No puede serlo. Si recibimos con gozo extremo ese tipo de carreras locas, debemos también aceptar que inevitablemente tendrán su contrapunto en otras en las que la acción rueda contra rueda sea mucho más escasa, quizá incluso inexistente. No seré yo quien niegue que la apertura de la temporada 2010 en Bahrein fue un tostón de proporciones épicas. Pero hace falta entender que, como cualquier deporte, la Fórmula 1 también puede ser aburrida; y que hasta en la relación amororosa más plena, satisfactoria y duradera, pueden llegar los momentos de hastío y aburrimiento.

Que no deben llevar a decisiones precipitadas. En los días posteriores a Bahrein, muchas voces se alzaron para reclamar medidas si el tedio seguía reinando. Con algunas ideas razonables, otras descabelladas, como los atajos de Bernie Ecclestone. Aún hoy me cuesta creer que el mandamás de la F1 hablara en serio al plantear tamaño dislate, que convertiría a la Fórmula 1 en un Super Mario Kart con pilotos menos cabezones y sin posibilidad de  disparar champiñones explosivos. Por suerte, el guión no se ha repetido en las carreras posteriores y en general puede decirse que este año no están faltando emociones, culminando por el momento con el más que entretenido GP de Canadá.

Pero he aquí que aparece la FIA y, entre otras medidas para 2011, anuncia la introducción de alerones traseros móviles para incrementar las oportunidades de adelantamiento. En dos palabras, si un piloto pasa por puntos predeterminados del circuito a menos de un segundo del coche que le precede, un sistema electrónico le avisará de que puede activar el  sistema, que reducirá la indicencia del ‘flap’ con el consiguiente aumento de su velocidad. Y será un adelantamiento a la carta, pues su rival no podrá activarlo para defenderse y estará virtualmente vendido.


Sobre el papel, muy bonito: a nadie le desagradaría que hubiera más pasadas pero ¿queremos que sean artificiales? Yo, personalmente, no. Un adelantamiento debería ser fruto de la habilidad, el arrojo, la capacidad de meter presión al rival, la visión táctica… ¿Dónde están esas virtudes de pilotaje en la prosaica acción de apretar un  botón en el volante para adquirir una ventaja de videojuego sobre un oponente indefenso? Mark Webber lo ha expresado muy claramente: “Puede que esté bien para la Playstation, pero tengo mis dudas de que pueda funcionar en la Fórmula 1; adelantar debe implicar un elemento de  habilidad, no ser cuestión de darle a un botón”.


Y ¿qué decir de ese sutil arte llamado “conducción defensiva”? ¿Recordáis cómo Fernando Alonso se defendió de un mucho más rápido Michael Schumacher en Imola, en 2005, a lo largo de las últimas doce vueltas, con el alemán siempre a menos de un segundo? Con esta medida, no importará lo excelso que sea un piloto a la hora de conservar la posición. Todo su virtuosismo no servirá de nada cuando su perseguidor active su ‘juguetito’, para lo que no se requiere  más talento que el de estar en posesión del dedo pulgar.

Tal vez no haya marcha atrás, pero lo tengo claro. Este tipo de trucos van contra la esencia del automovilismo, y deberían circunscribirse al mundo de las consolas. Donde sí mola dotarse de ventajas injustas para ganar un Gran Premio al volante de un Minardi-Hart pilotado por Ukyo Katayama.

 

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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